Lo recuerdo perfectamente, miraba a mi niña y me preguntaba si llegaría a verla crecer, convertirse en mujer. Lo que más me importaba era poder compartir su felicidad en los momentos felices y aplacar su pena en los momentos duros que la vida te impone sin pedir permiso. Ese fue mi combustible durante los 23 meses que duró la batalla. 

«Cuanto más bella es la vida, más feroces sus zarpazos… »

El 31 de enero hizo diez años que recibí el diagnóstico de cáncer, de esa experiencia que relataba en mi primer post y que mantuvo mi corazón encogido por el miedo y el dolor durante mucho tiempo, demasiado.