Aún podría meter mi corazón en una nuez al recordarlo. Me llamaron para ayudar a un matrimonio, una familia a la que el diagnóstico del cáncer está golpeando fuerte este verano.

No quise negarme, tampoco habría podido porque la petición vino de alguien que, por encima de todo, me ha dado mucho durante estos últimos años. Pero se trataba de mostrarle a la afectada y a su marido que este trance se supera, y yo me apunto a todo lo que se traduzca en mensaje positivo, en buen rollo. Porque sigo convencida de que todo lo que sirva para ayudar permitirá que este ‘agujero negro’ de mi vida se convierta en una ‘fuente de luz’.

De entrada me sorprendió verla, ya había superado una sesión de quimioterapia, pero lucía tipazo y se mantenía sobre tacones, toda una proeza para mí, dadas las circunstancias.

Por desgracia, esa entereza duró poco. Unos minutos sentados ante unas deliciosas galletas de chocolate y naranja, unas docenas de palabras pronunciadas y todo se vino abajo. Miedo, dolor, pena y vulnerabilidad se posaron en el centro de la mesa, mojándonos a todos los que nos sentamos allí ese día.

Yo hablaba, hablaba sin parar relatando mis recuerdos sobre la experiencia que viví hace ya 3 años, sobre mis conclusiones, sobre los efectos secundarios de la quimioterapia, sobre este blog…

Enfrente, dos pares de ojos me miraban con ansiedad, con la necesidad de constatar que el paso del tiempo también es medicina que cura, que sana el corazón y limpia la pena.

Sus manos estaban juntas, emitiendo verdaderos trasvases de amor, de unión, de complicidad, de determinación, componiendo una escena sobrecogedora. Pero no por la situación que lamentablemente atraviesan, sino por todo lo bueno con que cuentan para enfrentarse a ella.

Porque ellos no pueden percibir ahora la fuerza de sus miradas cómplices, la entereza ante la dificultad que manifiestan con sus palabras, el encantador amor que se escapa del cruce de sus corazones. Y perdón si suena cursi, pero es así de tierno.

Recuerdos, pensamientos entrecortados, miradas de compresión y muchas, muchas palabras, quizá demasiadas. Al final emoción, esperanza, buenos deseos y fuerza, mucha fuerza, la que te da saber que esto pasa y que la vida vuelve tal cual la viviste una vez, pero con mucho más sabor.

Fluye la desilusiónMuda desesperaciónPero todo tiene alivioMenos el decir adiós(Maná, Lluvia al corazón, Drama y luz 2011)

http://youtu.be/p5k8BPMndao